martes, 22 de abril de 2014

GLORIOSA REVOLUCIÓN de 1688



Su tendencia a ejercer el poder 
en forma absoluta se confirmó 
en 1610 cuando disolvió el 
Parlamento y no lo volvió a
 convocar hasta 1621.
 Para los burgueses esto
 no hacia mas que frenar
 el libre comercio y el
 desarrollo de sus 
actividades económicas.
Cambios económicos y conflictos de intereses: Hasta finales del siglo XVI, la monarquía de los Tudor  tuvo muchos intereses en común con los burgueses urbanos y con los pequeños propietarios rurales de origen noble lagentry . Sus intereses coincidían en la lucha contra España por el dominio de los mares atlánticos y por el empeño español en restablecer el catolicismo en Inglaterra; y también en la lucha contra las familias más poderosas de la nobleza inglesa —la aristocracia— que arruinaban el país con sus guerras privadas. Pero esta alianza entre la monarquía, la gentry y los burgueses entró en crisis durante los reinados de los reyes Estuardo.


En las primeras décadas del siglo XVII, la riqueza de los burgueses dedicados al comercio y a la producción de mercaderías aumentaba, y también la de la gentry, cuyos miembros se diferenciaron del resto de la nobleza porque se dedicaron a una actividad típicamente burguesa como el comercio.


Mientras tanto, disminuían los ingresos de los nobles más poderosos que tenían como única fuente de riqueza la propiedad de sus tierras. Muchos nobles comenzaron a depender de la monarquía para sobrevivir, y los burgueses entraron en conflicto con el poder absoluto de la monarquía que intentó poner límites al desarrollo de sus actividades económicas.


La lucha por la nueva riqueza


El problema era que los burgueses estaban generando y acumulando una riqueza a la que la monarquía no podía acceder. Para obtener una parte de esa nueva riqueza la monarquía propuso crear nuevos impuestos y aumentar los que ya existían. El Parlamento se opuso porque sus miembros no podían controlar el destino del dinero recaudado. La corona también intentó participar directamente en algunas de las actividades industriales y comerciales, pero el resultado fue aumento de precios, desocupación y descontento general. Para conseguir ingresos, la monarquía comenzó a exigir antiguos derechos feudales y reforzó su alianza con la jerarquía de la Iglesia Anglicana, integrada por grandes y terratenientes.

La guerra civil y la abolición de la monarquía

El enfrentamiento por los impuestos continuó. La corona comenzó a exigirlos aunque no tuvieran la aprobación del Parlamento; y los burgueses comprendieron que los cambios económicos que necesitaban sólo se alcanzarían a través de la lucha política. Las familias de comerciantes y terratenientes más poderosas, relacionadas entre sí por negocios comunes y que estaban representadas en las dos cámaras del Parlamento, fueron el núcleo de la oposición al rey Carlos I con el objetivo de lograr un gobierno que representara los intereses de los hombres de negocios.

Durante 1639 y 1640 los burgueses se negaron a pagar impuestos. Pero la crisis se agravó cuando, en 1640, Escocia pretendió separarse de Inglaterra y la Cámara de los Comunes se negó a aprobar los fondos necesarios para equipar y pagar un ejército a las órdenes de Carlos I. La mayoría de los comerciantes, artesanos y aprendices apoyaron a los Comunes y en 1642 comenzó la guerra civil.

Ejecución del Rey Carlos I en 1649.El ejército ocupó la capital en 1648 y el Parlamento Depurado procesó al rey con el siguiente fundamento: "Los comunes de Inglaterra reunidos en el Parlamento, declaran que, por debajo de Dios, el pueblo es el origen de todo poder justo"..
En los dos bandos enfrentados, el parlamentario y el realista, había representantes de la nobleza y de los burgueses. Lo que los diferenciaba era que los realistas tenían más fuerza en las regiones agrícolas del norte y el Oeste del país, mientras que el Parlamento encontraba el apoyo en el sur y en el este, regiones en las que predominaban la industria y el comercio. También las ideas religiosas los diferenciaban: el puritanismo respaldaba, en general, al Parlamento, y el anglicanismo, como iglesia oficial, al rey. En el conflicto armado, venció el ejército parlamentario que dirigía Oliverio Cromwell. En 1649, los nobles fueron expulsados del Parlamento, se proclamé la república y el rey Carlos I fue decapitado.

La Gloriosa Revolución: Después de la muerte de Cromwell, los burgueses más poderosos, que necesitaban paz y orden para sus negocios, llegaron a un acuerdo con la nobleza y, en 1660, la monarquía fue restaurada en la persona de Carlos II Estuardo. Por su parte, el rey aceptaba que correspondía al Parlamento la elaboración de leyes y la aprobación de impuestos.

Pero el acuerdo entre la monarquía y el Parlamento se rompió cuando llegó al trono Jacobo II, católico y con tendencias absolutistas. El nuevo rey no encontró apoyo para restablecer la monarquía absoluta: la nobleza no era católica y, además, sabía que la mayor parte de la sociedad no aceptaba una vuelta al pasado. Esto fue lo que llevó a un nuevo acuerdo entre los nobles y los burgueses, quienes coincidieron en la necesidad de destronar al rey y justificaron su propósito en las ideas del filósofo inglés John Locke.


Convencidos de que el destronamiento del rey en este caso era lícito, en 1688 nobles y burgueses ofrecieron la corona de Inglaterra al príncipe holandés Guillermo de Orange con dos condiciones: debía mantener el protestantismo y dejar gobernar al Parlamento. Jacobo II, abandonado por casi todos los grupos sociales, dejó el trono. Así, sin violencia, triunfó la Gloriosa Revolución (como la llamaron los hombres de la época), que abolió definitivamente la monarquía absoluta e inició en Inglaterra la época de la monarquía parlamentaría.

Sesión de la Cámara de los Comunes. El filósofo John Locke (1632-1704) sentó las bases del liberalismo político. En su Tratado de Gobierno Civil propuso un sistema político que aseguraba las libertades y los derechos de los individuos. Pensaba que los miembros de una sociedad establecían entre sí un contrato, por el cual delegaban e/poder en los gobernantes. Por eso, la acción de los gobernantes debía estar controlada por los representantes del pueblo, y si el gobierno era injusto el pueblo tenía el derecho a rebelarse. En su Carta sobre la Tolerancia de 1689, Locke afirmó: “Para m1 el Estado es una sociedad de hombres constituida únicamente con e/fin de adquirir conservar y mejorar sus propios intereses civiles. Intereses civiles llamo a la vida, la libertad, la salud y la prosperidad del cuerpo; y a la posesión de bienes externos, tales como el dinero, la tierra, la casa, el mobiliario y cosas semejantes.”

El parlamentarismo y el desarrollo del capitalismo: Luego del triunfo de la Gloriosa Revolución, en Inglaterra comenzó a funcionar un sistema de gobierno llamado parlamentarismo. Este sistema aseguró la participación de los súbditos en el gobierno del Estado a través del Parlamento.

Durante el siglo XVII, los grupos comerciales y manufactureros más poderosos controlaron el gobierno parlamentario con el fin de promover sus intereses económicos. Se eliminaron los privilegios reales, aristocráticos y de las corporaciones, los monopolios, las prohibiciones, los peajes y los controles de precios, que obstaculizaban la libertad de comercio y de industria. Se crearon y fortalecieron instrumentos que servían para el desarrollo de las nuevas actividades económicas: se creó el Banco de Inglaterra y se generalizaron las sociedades anónimas, se difundió la tolerancia religiosa y se protegió el progreso de la ciencia.

El Estado inglés promovió especialmente el desarrollo del comercio y de la industria de manufacturas. El Acta de Navegación, que en 1651 estableció que el transporte de todas las mercaderías procedentes de o destinadas a Inglaterra debía hacerse únicamente en naves inglesas, fue el origen del desarrollo de una flota mercante que convirtió a Inglaterra en la dueña de los mares del mundo. Desde el 1700, además, el Parlamento prohibió las exportaciones de lana en bruto y organizó el establecimiento de artesanos extranjeros, con lo que sentó las bases del desarrollo de la industria textil.


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sábado, 19 de abril de 2014

EL ESTADO MODERNO, BREVE RECORRIDO POR SU DESARROLLO TEÓRICO por Marcelo Garabedian

VI. Epílogo: El Estado y la política hoy. Una relación para seguir pensando


Resumiendo, el momento actual se caracteriza por una lucha abierta sobre los límites entre lo político y lo no político. La definición social de lo que es “política” forma actualmente un terreno privilegiado de la lucha de poder, de esta reestructuración del hacer política dependerá en buena medida lo que será la sociedad futura.


La creciente despolitización que sufren nuestras sociedades actualmente atenta fuertemente contra el proceso político, como ámbito de la toma de decisiones, y también contra la política como la única vía posible para establecer consensos mínimos que permitan la vida en sociedad. En este sentido, la “naturalización” de la realidad y la sensación de que es imposible cambiar la realidad, separa a los individuos entre sí volviéndolos individualistas, apolíticos.


También separa a los individuos como colectivo del Estado, sintiendo que éste último les es ajeno. La visión desencantada que afirma que nada se puede esperar del Estado y de “los políticos” hiere fuertemente la concepción heredada de la modernidad que afirmaba que la política nacía de los ciudadanos y eran éstos los portadores del cambio social.


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EL ESTADO MODERNO, BREVE RECORRIDO POR SU DESARROLLO TEÓRICO por Marcelo Garabedian

d. Estado neoliberal


Intelectuales y pensadores como Miton Friedman (Premio Nobel de Economía en 1976), Samuel Huntington, Michael Crozier, Rudiger Dornbusch y otros, encabezaron las críticas, económicas y políticas, al Estado de bienestar hacia mediados de la década de 1970. Con la crisis del Estado de bienestar -como consecuencia de la crisis del petróleo de 1973 y de su gran déficit fiscal entre otras causas- comienza a surgir una corriente de pensamiento, con una matriz fuertemente economicista en la concepción de la organización social, conocida como “neoliberalismo”.


Para lograr un entendimiento cabal acerca del Estado neoliberal, necesitamos comprender la relación que existe con el fenómeno de la globalización (ver el trabajo de Antonio Federico que forma parte de la bibliografía obligatoria de esta asignatura). Este cambio de paradigma mundial nos permite una mejor comprensión de los cambios que se produjeron en la relación Estado – sociedad a partir de las transformaciones en el aparato estatal.


 Esta creciente tendencia globalizadora, que se vio fortalecida como consecuencia de la caída de la URSS a fines de la década del 1980, fue erosionando la capacidad de los estados nacionales para controlar y regular sus políticas económicas. Con la movilidad y la libertad de que gozan los flujos de capital y de información, los Estados se han visto en la necesidad de competir por la atracción de los capitales en un mercado mundial cada vez más interdependiente.


Para “incorporarse” a esta nueva fase del capitalismo a escala mundial, los estados comenzaron un proceso de reestructuración que no fue sólo estatal, sino una reestructuración “societal”. Estos cambios al nivel de la sociedad en su conjunto, son explicados por Daniel García Delgado en la siguiente cita:


“La influencia de un paradigma individual – competitivo muestra el pasaje de un modelo cultural vinculado a lo público –estatal de solidaridades nacionales hacia otro vinculado al mercado, a la sociedad civil y competencia. La amplia socialización de valores individualistas, narcisistas, en el seno de la sociedad de consumo y el impacto desmovilizador de la crisis desplazan el centro de atención ideológico del ámbito público al privado y de la acción colectiva al espacio de la privacidad. Es el pasaje de la centralidad que adquiría la figura del ‘trabajador’ en el welfare estate [Estado de bienestar] a la del ‘consumidor’”. (García Delgado, Daniel, Estado y Sociedad. La nueva relación a partir del cambio estructural, Buenos Aires,
Tesis – Norma, 1994, pág. 62)


El proceso político por el cual se llevó adelante la reforma del Estado, no estuvo ajeno a conflictos y controversias en el interior de los países. Este camino estuvo marcado por la “necesidad” del capital de adecuarse y permitir la competencia frente a las otras sociedades en el mercado internacional. Las principales reformas que se llevaron adelante marcan una transformación completa de los límites entre la sociedad y el Estado, achicando los espacios estatales, característicos del modelo anterior correspondiente al Estado de bienestar.

Entre las políticas reformistas más importantes cabe mencionar:

™ Decisión política de trasladar el peso de las decisiones económicas hacia la esfera del “mercado”. Esto significa que las estrategias referidas al desarrollo, inversión estratégica, capacitación, distribución y acumulación queda en manos de las corporaciones económicas nacionales y trasnacionales.


™ El creciente proceso de eliminación de los controles y regulaciones (desregulación) que ejercían los estados sobre aspectos estratégicos de la economía. Esto implicaba ahorrar costos y alivianar el proceso productivo de las empresas para permitirles competir en el mercado internacional. La desregulación de la economía elimina la protección “superflua” de algunos sectores económicos, permitiendo así la “libre competencia” que redundaría en baja de costos y de precios.


™ El proceso de privatización de las empresas públicas, en parte para permitir un nuevo proceso de capitalización de las mismas y también para que el Estado se desentienda de la gestión directa de dichas empresas, dedicándose solamente a su control.


™ Apertura de la economía nacional al mercado internacional, ya sea en lo referente a bienes como a servicios y también en lo que se refiere a los capitales. El proceso de reforma del Estado cuenta con la presencia del capital extranjero, ya sea a manera de radicación de empresas, compra de empresas públicas, préstamos para llevar adelante políticas de subsidio y despido masivos y capital para la especulación financiera.


™ Eliminación de controles y restricciones a la actividad financiera. Progresiva eliminación y desgravación fiscal a las actividades relacionadas con lo financiero y también a las grandes empresas, tanto locales como internacionales. Esta medida está destinada a promover la radicación de capital extranjero mejorando las utilidades y la rentabilidad.


 La remisión de utilidades de las filiales a las casas matrices, por lo general, tampoco está gravada y posee además libre disponibilidad.


™ Decisión política destinada a achicar el gasto público. La meta política y económica de este tipo de estados es lograr “superávit fiscal” como una muestra de la “salud de la economía”.


™ Creciente proceso de flexibilización laboral, tendiente a minimizar los costos que implican para las empresas la contratación de nuevos


trabajadores. Estas medidas buscan la radicación de empresas para producir a precios competitivos en el mercado internacional.

™ Descentralización y la nueva reasignación de funciones entre el Estado nacional y las jurisdicciones provinciales y regionales fue un aspecto fundamental de las políticas llevadas adelante por el neoliberalismo. Éstas implican que ciertas funciones del Estado nacional, léase salud y educación, pasan a manos de las provincias. Éstas deben responsabilizarse de estos ámbitos, tanto en lo que hace a la planificación de las actividades, mantenimiento de la infraestructura, como al pago de sueldos.

El neoliberalismo tiene en Margaret Thatcher en Inglaterra y Ronald Reagan en los Estados Unidos a los políticos más representativos de esta corriente ideológica durante la década de 1980. En América Latina, podemos mencionar entre otros, a Carlos Salinas de Gortari, Presidente de México entre 1988 y 1994, Alberto Fujimori, Presidente de Perú entre 1990 y 2000 y Carlos Menem, Presidente de la República Argentina entre 1989 y 1999.

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EL ESTADO MODERNO, BREVE RECORRIDO POR SU DESARROLLO TEÓRICO por Marcelo Garabedian

c. Estado de bienestar



Esta forma particular de Estado encontró un desarrollo sistemático en Europa Occidental con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial. Si bien podemos encontrar algunas acciones de política social en la Alemania de Bismark hacia finales del siglo XIX, y también como consecuencia de la crisis económica de 1929, la conformación definitiva y sistemática de esta forma estatal y su correlato político se asienta a partir de 1950, conociendo su “época de oro” durante las décadas del 50 y del 60 para llegar a una progresiva etapa de agotamiento hacia finales de la década de 1970. El Estado de bienestar keynesiano, así se lo conoce, se estructuró sobre una reconceptualización de las funciones del Estado, inspirada principalmente sobre la obra de John Maynard Keynes (1883 – 1946), economista inglés, a partir de su libro Teoría General de la ocupación, el interés y el dinero, publicado en 1936.


Para sintetizar el concepto de Estado de bienestar, recurriremos al trabajo de Gloria Regonini quien lo desarrolla de la siguiente manera en el apartado sobre el “Estado de bienestar” incluido en el Diccionario de Política de N. Bobbio:


“Es necesario llegar a la Inglaterra de los años cuarenta para poder encontrar una afirmación explícita del principio fundamental del Estado de Bienestar: independientemente de sus ingresos, todos los ciudadanos – en cuanto tales – tienen el derecho a ser protegidos – con pagos en efectivo o con servicios – en situaciones de dependencia de largo plazo (vejez, invalidez) o de breve plazo (enfermedad, desempleo, maternidad). El eslogan de los laboristas ingleses de 1945 ‘la parte justa para todos’ resume con eficacia el concepto universal de las prestaciones del Estado de bienestar” (Regonini, Gloria, “Estado de bienestar”, en Bobbio, N.; N. Matteucci y G. Pasquino eds.-, ob. cit., pág. 551).

Para comprender el contexto en donde se desarrolló este tipo de Estado, debemos remarcar que existe una relación directa entre este tipo de organización y el desarrollo de un capitalismo industrial, con una amplia base de trabajadores asalariados y también con una alta tasa de sindicalización. A partir de allí, el objetivo del Estado fue siempre mantener altos niveles de ocupación, cercanos al pleno empleo, y con un alto poder  adquisitivo de la población para mantener altos niveles de productividad. Estas condiciones son indispensables para lograr una eficaz política redistributiva.


Una de las características que se resaltan, en relación con las políticas redistributivas, es la “prestación social universal” a la que están sujetos todos los habitantes. Esto puede traducirse en los siguientes términos: es con el Estado de bienestar que la población, alcanza la “ciudadanía social”, entendida ésta como la satisfacción de las necesidades básicas del individuo en lo que hace a salud, educación, servicio social, empleo, etc.


La prestación de estos servicios no es entendida en términos de beneficencia”, sino que por el contrario, es entendida en términos de “derecho político”, o sea, una conquista histórica de la ciudadanía. Las “políticas universales” tienden en definitiva a lograr cierta homogeneidad en la población, apuntando sobre todo al desarrollo armónico de la sociedad. En este sentido, el Estado de bienestar tiene como objetivo lograr una “conciliación de clases”, a través de una articulación que lo tenga como árbitro y regulador de las relaciones capital - trabajo. De esta manera, la autoridad política que deviene desde la esfera estatal y, por lo tanto, sus decisiones, deben gozar de la legitimidad necesaria por parte de todos los actores implicados en el sistema político.


A partir de estas prestaciones universales de bienes y servicios por parte del Estado, podemos hablar de otra de las características centrales de esta forma estatal: alto porcentaje del PNB (producto nacional bruto) destinado a gastos sociales. Estos recursos surgen fundamentalmente de la implementación de un sistema fiscal que grava las tasas de rentabilidad de las empresas, el sector financiero y los sectores acomodados de la sociedad, logrando de esta forma, un eficaz proceso de redistribución de las riquezas.


Finalmente, para mencionar una última gran característica de este tipo de Estado, debemos señalar que para conseguir estos niveles de igualación social y justicia redistributiva, se basa en una economía mixta. Esto quiere decir que había un fuerte componente estatal en el manejo de la economía, o sea, que las decisiones económicas están tamizadas por una decisión “política”. Estas decisiones políticas surgen del consenso y la deliberación entre los distintos sectores sociales y económicos implicados en el marco de un capitalismo nacional. Fundamentalmente nos referimos a la tríada   capital – trabajo – Estado.


A partir de esta forma de concertación de fuerte contenido político, se avanza sobre los grandes temas de la economía.


Podemos encontrar en países tales como Inglaterra, Francia, Alemania y Suecia, modelos de estados de bienestar muy extendidos y desarrollados durante el período citado. En la actualidad, algunos países como Inglaterra pasaron por un profundo ajuste estructural durante la década del 70 y del 80 que ha transformado la relación Estado - sociedad. En cambio, países como Francia y Alemania han mantenido gran parte de sus estructuras, aún a costa de profundos conflictos sociales y actualmente están en proceso de revisión y reformulación.


|Suecia y los demás países escandinavos, en cambio, aún con intentos de reformas sobre su Estado de bienestar, se mantendrían como los países que más se aproximan a su ideal.


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EL ESTADO MODERNO, BREVE RECORRIDO POR SU DESARROLLO TEÓRICO por Marcelo Farabedian

b. Estado liberal



El liberalismo como corpus ideológico reconoce algunas influencias de gran trascendencia. El primero que destacaremos en este trabajo será John Locke (1632 - 1704), quien escribió el Segundo tratado sobre el gobierno civil, aparecido en el año 1690. La otra gran influencia fue Adam Smith (1723 - 1790), quien con su libro Investigación acerca de la Naturaleza y causa de la riqueza de las naciones, aparecido en 1776, se constituyó en el fundamento teórico del libremercado.


El liberalismo surge en Europa, particularmente en Inglaterra. Podemos ubicarlo a partir de mediados del siglo XVII y cobra pleno desarrollo teórico en el siglo XVIII. Los hechos históricos más importantes con los que se relaciona al liberalismo en sus inicios fueron los sucedidos con la “Gloriosa Revolución” de 1688. A partir de allí se abandona los postulados del Estado absolutista y se comienza con los lineamientos de una monarquía constitucional.

Existen un número de postulados básicos que caracterizan al liberalismo como forma de vida y de organización económica, política y social. Algunos de estos son:

™ Defensa y reivindicación del individuo en contraposición a una sociedad por  estamental y corporativa, característica de la Edad Media.

™ Defensa de la libertad, en todos sus ámbitos (económico, político, religioso, cultural, etc.)

™ Defensa de la propiedad privada, como fundamento del desarrollo económico y político.

™ División de poderes, garantizando de esta manera una distribución del poder y evitando los poderes absolutos.

™ Importancia de la ley y del constitucionalismo como medio para evitar la arbitrariedad del poder. La ley no es un producto de la divinidad (trascendental), sino que es el producto del debate y del consenso entre los hombres.

™ Fundamentación del corpus ideológico en la racionalidad del individuo y en el creciente proceso de secularización social.

™ La idea fuerza de la construcción política a través de un “contrato” realizado de manera voluntaria (pacto de asociación).

™ La economía debe seguir un “orden natural” (espontáneo) sin mayor intervención de los hombres para alcanzar ciertos niveles de opulencia y bienestar. Mientras menores sean los controles, mejor funcionará el “mercado”.

™ La ambición por lograr una transformación social de la sociedad.

Todas estas características se materializaron en un determinado orden político y social: el Estado liberal. El liberalismo entiende al Estado como un “Estado mínimo”, es decir, aquel que está destinado a cumplementar aquellas funciones básicas para el funcionamiento social, garantizando los niveles adecuados de paz, seguridad y armonía, administrar justicia y defensa de los límites geográficos del Estado. A partir de esta concepción, propia de comienzos del siglo XIX, entendemos que este Estado deja en manos del mercado y de la sociedad civil las tareas   destinadas a la generación y, por sobre todo, a la distribución de la riqueza. Para el liberalismo, es el mercado, la instancia que asigna eficientemente los recursos entre las personas. Esta concepción es fundamentalmente optimista, pues entiende que dejando actuar “libremente” al mercado, todas las partes saldrán beneficiadas por el intercambio económico.


Nicola Matteucci afirma que el “liberalismo es hijo del Estado moderno o, más ampliamente, nace como consecuencia o como respuesta a la nueva forma de organización del poder que se instaura en Europa a partir del siglo XVI” (Matteucci, N., “Estado Liberal”, en Bobbio, N.; N. Matteucci y G. Pasquino eds.-, ob. cit., págs. 563 a 570). Paralelamente al liberalismo y al Estado moderno, debemos mencionar al protagonista principal de este período histórico, la burguesía. Este sector social dinámico, se va configurando a lo largo de un proceso histórico que podemos ubicar entre los siglos XVI y XVIII, y tuvo la característica de ser un sector dinámico pero por sobre todo de gran movilidad.


Fruto del aumento del comercio y de la producción, proceso que experimenta Europa dado el creciente comercio internacional que afecta a varias naciones, este sector fue ganando cada vez más influencia social y política, llegando a los albores del siglo XIX como la gran fuerza política dominante.

Tanto el Estado moderno como forma de organización política, como el liberalismo como corpus ideológico, se extendieron a lo largo de todos los continentes hacia mediados del siglo XIX. El creciente comercio internacional y la mayor conexión entre los continentes, entre Europa (el centro) y los demás continentes (la periferia), estimuló la adopción de estas ideas y formas de organización. Durante la segunda mitad del siglo XIX y el comienzo de la Primera Guerra Mundial (1914–1918), el mundo conoció niveles de producción y de comercio mundial sin precedentes.

La complejización de las relaciones sociales, políticas y económicas trajo aparejado que el Estado mínimo característico del liberalismo del siglo XIX resultara insuficiente. En efecto, la emergencia del capitalismo industrial sumada a la sociedad de masas llevó, a principios del siglo XX, a replantear algunos de los postulados más importantes de esta organización estatal y de sus funciones.

Así es que muchos de los estados liberales, comenzaron a brindar otros servicios y funciones, salud, educación, intervención en los conflictos capital – trabajo, etc. De todas maneras, estas funciones no quitaron del centro de la escena, los grandes postulados que perseguían estos estados; a saber, la defensa de la propiedad privada y la  libertad de empresa.

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EL ESTADO MODERNO, BREVE RECORRIDO POR SU DESARROLLO TEÓRICO por Marcelo Garabedian

V. Tipos de Estado

a. Estado absolutista


Podemos ubicar este tipo de Estado en Europa entre el siglo XVI y finales del siglo XVIII. El término de absolutismo, acuñado durante el siglo XIX por el liberalismo, está en estrecha relación con el concepto de poder. Efectivamente se denomina “absolutismo” por cuando la utilización y concepción que los monarcas hacían del poder era absoluto. Pero, el Estado absolutista no es necesariamente sinónimo de tiranía o despotismo. La existencia de límites y regulaciones está mediando entre estas concepciones de Estado.


Como afirma Pierángelo Schiera refiriéndose al absolutismo “se trata entonces de un régimen político constitucional (en el sentido de que su funcionamiento está, de  cualquier manera, sometido a limitaciones y normas preestablecidas), no arbitrario (en cuanto que la voluntad del monarca no es ilimitada) y sobre todo de tipo secular, profano.” (Schiera, Pierángelo, “Absolutismo”, en Bobbio, N.; N. Matteucci y G. Pasquino eds.-, ob. cit., págs. 1 a 8).


El Estado absolutista es la consolidación del poder bajo la tutela del monarca en relación con los “reinos” que proliferaban en Europa durante los siglos precedentes. Podría afirmarse que con los estados absolutistas a partir del siglo XVI, comienzan a delinearse los contornos del Estado moderno.


Las características que guardan estos estados fueron evaluadas favorablemente por Nicolás Maquiavelo en su célebre tratado El Príncipe, cuando hace mención a la unificación que durante el siglo XVI estaban llevando adelante los reinos de Castilla y Aragón.


Las características que poseía el Estado absolutista fueron la concentración del poder con respecto a los reinos menores y su consecuente delimitación geográfica. Esto se evidencia a través de la posibilidad manifiesta de imponer sus decisiones sobre los otros dentro de su territorio.


Además de estas características, consideradas fundamentales, vale recordar el hecho del carácter profano de estos reinos, separando la órbita de lo religioso y de lo político. Es con los estados absolutistas que las cuestiones de gobierno y administración comienzan a realizarse en términos de racionalidad y eficiencia.


El desarrollo de este tipo de organización política va a la par del cambio paulatino pero irreversible de las estructuras sociales y económicas; a partir del siglo XIII en adelante, podemos encontrar un creciente desarrollo del comercio y de las industrias.


Por otra parte, en el siglo XVI comienzan las grandes empresas colonizadoras de los reinos de España y de Portugal en América, y también en otros continentes como África y Asia. Estas políticas expansionistas fueron llevadas adelante por estados absolutistas. La teoría económica que está íntimamente ligada a esta concepción de organización política es el mercantilismo, teoría que afirmaba que la riqueza de una “nación” estaba unida a la acumulación de riquezas, fundamentalmente oro y plata. Esta  teoría opera  sobre la base de un territorio  delimitado y en base a una decisión política unívoca, es decir, un Estado soberano.


Las luchas religiosas del siglo XVI y XVII -fundamentalmente el movimiento protestante- jugaron también un papel fundamental en la constitución de un cierto tipo de concepción ideológica. Estos movimientos ayudaron a la constitución de los estados absolutistas sobre bases racionales y profanas.


Algunas obras que desarrollaron las bases teóricas del Estado absolutista fueron El Príncipe de Nicolás Maquivelo (1469 - 1527), Leviatán de Thomas Hobbes (1588 - 1679) y Los seis libros del Estado de Jean Bodin (1530 - 1596) 


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EL ESTADO MODERNO, BREVE RECORRIDO POR SU DESARROLLO TEÓRICO por Marcelo Garabedian

g. Charles Maurras (1868–1952)



Siguiendo con la tradición teórica opuesta a la teoría democrática y republicana, nos toca ahora abordar el pensamiento de un intelectual controvertido. Maurras encarnó, sin duda alguna, el pensar y el sentir de un arco muy grande de la sociedad mundial de su tiempo. Destacando y reivindicando posiciones extremas, relacionadas con la violencia política, el exterminio y el error, su pensamiento nos será de utilidad para analizar aquellas posiciones ideológicas y políticas que critican un orden social y estatal basado en la tolerancia política y religiosa, la diversidad y en la libertad de expresión.

Defensor de la tradición monárquica y de las libertades pactadas, ataca la tradición liberal democrática por considerarla causante de los desórdenes sociales y de la laxitud de la norma. El liberalismo, en la visión del autor, generará “pobreza de espíritu” entre los habitantes por estar éstos “desviados” de la “forma ideal” que poseen las sociedades. He aquí un pasaje de su libro, El orden y el desorden, que deja clara su postura sobre el orden social:

“La desigualdad es un hecho, queremos que se lo reconozca como hecho vital, como hecho fuera del cual no existe vida posible. La desigualdad o la muerte, hemos dicho. Lo repetimos. No es esto todo. Queremos que este país renuncie a la obsesión, a la idea fija, judeoprotestante, suiza, de la igualdad considerada como bien absoluto”. (Maurras, Ch., El orden y el desorden,Buenos Aires, Huemul, 1964, pág. 31)

Para Maurras, el orden político debe estar sujeto a un interés que trasciende Fascismo”, en Bobbio, N.; N. Matteucci y G. Pasquino, -eds.-, ob. cit., pág. 616)


Sobre la idea de la reivindicación de la “comunidad nacional” y la pertenencia a un grupo con una identificación común inaccesible a “los otros”, el fascismo realizó una exaltación del Estado como fin último. A su vez proponía una organización corporativa en el marco de una integración de las diferentes clases sociales. Las palabras escritas por Mussolini en el libro El Espíritu de la Revolución Fascista nos servirán para ilustrar mejor esta postura: “¿qué es el Estado? En los postulados programáticos del Fascismoqueda definido como la encarnación jurídica de la Nación”.


g. Charles Maurras (1868–1952)



Siguiendo con la tradición teórica opuesta a la teoría democrática y republicana, nos toca ahora abordar el pensamiento de un intelectual controvertido. Maurras encarnó, sin duda alguna, el pensar y el sentir de un arco muy grande de la sociedad mundial de su tiempo. Destacando y reivindicando posiciones extremas, relacionadas con la violencia política, el exterminio y el error, su pensamiento nos será de utilidad para analizar aquellas posiciones ideológicas y políticas que critican un orden social y estatal basado en la tolerancia política y religiosa, la diversidad y en la libertad de expresión.


Defensor de la tradición monárquica y de las libertades pactadas, ataca la tradición liberal democrática por considerarla causante de los desórdenes sociales y de la laxitud de la norma. El liberalismo, en la visión del autor, generará “pobreza de espíritu” entre los habitantes por estar éstos “desviados” de la “forma ideal” que poseen las sociedades. He aquí un pasaje de su libro, El orden y el desorden, que deja clara su postura sobre el orden social:


“La desigualdad es un hecho, queremos que se lo reconozca como hecho vital, como hecho fuera del cual no existe vida posible. La desigualdad o la muerte, hemos dicho. Lo repetimos. No es esto todo. Queremos que este país renuncie a la obsesión, a la idea fija, judeoprotestante, suiza, de la igualdad considerada como bien absoluto”. (Maurras, Ch., El orden y el desorden,Buenos Aires, Huemul, 1964, pág. 31)


Para Maurras, el orden político debe estar sujeto a un interés que trasciende incluso a las mismas personas que es el “interés nacional” como colectivo general. Allí todos los habitantes encontrarán las máximas de su acción basados en los principios de la “patria” y de la “tradición”. Como afirma en uno de los pasajes de su libro:



“La sana política se subordina al interés de la comunidad política real más extendida y más resistente: ayer la cristiandad; hoy la nación.” (Maurras, Ch., ob. cit.,pág. 19)


En Maurras, es el Estado quien debe encarnar este orden político jerarquizado y a su vez “encuadrar” a la población dentro de dicho orden. Es la función del Estado, a través de un líder fuerte, fijar el rumbo de la nación. A lo largo de la obra de este autor, puede observarse que el Estado debe impedir la integración dentro de su territorio con “el diferente”, en materia de raza, de política o de religión, y a su vez, en materia internacional, se debe privilegiar el interés de la nación.



La defensa de la nacionalidad y el ataque a la modernidad son, en Maurras, una constante. Además de proponer un orden basado en la tradición monárquica y en los valores católicos, propone paralelamente la no integración y el restablecimiento de la autoridad nacional como estrategia frente a la disgregación que promueven la modernidad y la democracia de los iguales. En este sentido, la Revolución Francesa como icono de la igualdad, la libertad y la fraternidad es para el autor, el gran causante de la decadencia de Francia. Al respecto afirma:


“El régimen democrático es el que exige más virtud y el que promueve más tentaciones. Esto se vio en 1792 – 99 y se volverá a ver tan frecuentemente como gocemos, bajo el nombre de la soberanía nacional, el régimen de Anonimato, la Irresponsabilidad, las Elecciones, el Dinero y el Extranjero”. (Maurras, Ch., ob. cit., pág. 73)


En la concepción política de Maurras, el Estado debe ser un Estado mínimo y guiado por la autoridad monárquica, organizado además en base a corporaciones, religiosas, militares y profesionales. Ésta organización institucional, alejada de las organización republicana y democrática, es la más adecuada en su visión del orden. Esta visión no concibe la organización social y la generación de un poder “ascendente” basado en la deliberación democrática,

sino que por el contrario, el ideal de autoridad debe estar refrendado en un poder “descendente”, aquel que proviene de las diferencias derivadas de la desigualdad en el acceso a los recursos. Para obtener una aproximación más cabal a su línea de pensamiento, reproducimos el siguiente párrafo:


| “El único Estado francés asistido de sentido común comportará la existencia de un rey poderoso en su centro y organizaciones autónomas en la periferia. En efecto, nuestro Estado deberá ser fortificado y limitado, y tan limitado como fortificado. Hay que sacrificar al genio de la autoridad la ridícula palabrería del Parlamento central: por el contrario, se debe favorecer, ayudar, emancipar y reorganizar todos los cuerpos, compañías y omunidades susceptibles de expresarse a través de asambleas locales profesionales o religiosas, de la CGT a la Iglesia, de los estados de Provenza a los de Normandía, Bretaña y Flandes. Esto se adecua a todas las comunidades del público” (Maurras, Ch., ob. cit., pág. 38) Y a continuación afirma:


“el apego a los principios de la Revolución (francesa) es la garantía más fuerte de nuestra desintegración, pero dicha desintegración individualista representa, a su vez, la mejor prenda de la dominación del extranjero sobre nuestros hijos y nietos”. (Maurras, Ch., ob. cit., pág. 63)


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EL ESTADO MODERNO, BREVE RECORRIDO POR SU DESARROLLO TEÓRICO por Marcelo Garabedian

f. La concepción fascista del Estado


El fascismo fue un movimiento político surgido en las primeras décadas del siglo XX, desarrollándose plenamente en Italia. Su líder más representativo fue Benito Mussolini (1883 – 1945), fundador del Partido Fascista en 1919.


Este movimiento surge y se desarrolla en un contexto político y económico particular. Debemos considerar la expansión del sistema capitalista industrial y su correlato manifestado por el crecimiento del movimiento obrero y la sociedad de masas.


El fascismo es una ideología que se opone con igual fuerza tanto a la democracia liberal, que se ahonda después de la catástrofe de la Primera Guerra Mundial y la crisis económica de 1930, como al socialismo y al comunismo. En este sentido el fascismo se muestra como una faceta autoritaria del Estado capitalista, buscando sus fuentes de legitimidad en una política expansionista y recurriendo al peso de las tradiciones, reales o ficticias, con un pasado glorioso al que se lo pueda reivindicar.


El período caracterizado como de “entreguerras” marcó fundamentalmente en Europa un creciente apego a formas de organización política que se alejaban paulatinamente de la democracia liberal y de la división de poderes. España, por ejemplo, adoptó durante la década de 1920 un gobierno dictatorial encabezado por Miguel Primo de Rivera (1870 – 1930) y tras el interregno de la República Española y la terrible guerra civil que se desarrolló durante la década de 1930, sobrevino la dictadura de Francisco Franco (1892 – 1975) durante 40 años. Otro caso más resonante fue el surgimiento del nazismo en Alemania, movimiento que fue también contemporáneo al fascismo. Si bien la tendencia es a homologar a estos dos movimientos, debemos tener en cuenta que a pesar de algunas semejanzas conceptuales, el nazismo se caracterizó por ser un régimen totalitario que basaba su legitimidad en las teorías de superioridad racial y biológica, fue profundamente xenófobo e implementó una política sistemática de exterminio unidas a una política de eugenesia (actividades experimentales para elmejoramiento de la raza humana) sin precedentes.


Para acercarnos mejor al concepto de fascismo recurriremos a la definición de Edda Saccomani:


“Se entiende por fascismo un sistema de dominación autoritario caracterizado por un monopolio de la representación política por parte de un partido único y de masas organizado jerárquicamente, una ideología fundamentada en el culto al jefe, una exaltación de la colectividad nacional y en el desprecio de los valores del individualismo liberal y también una confrontación ante el socialismo y el comunismo” (Saccomani, E.,Fascismo”, en Bobbio, N.; N. Matteucci y G. Pasquino, -eds.-, ob. cit., pág. 616)


Sobre la idea de la reivindicación de la “comunidad nacional” y la pertenencia a un grupo con una identificación común inaccesible a “los otros”, el fascismo realizó una exaltación del Estado como fin último. A su vez proponía una organización corporativa en el marco de una integración de las diferentes clases sociales. Las palabras escritas por Mussolini en el libro El Espíritu de la Revolución Fascista nos servirán para ilustrar mejor esta postura: “¿qué es el Estado? En los postulados programáticos del Fascismoqueda definido como la encarnación jurídica de la Nación”.

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EL ESTADO MODERNO, BREVE RECORRIDO POR SU DESARROLLO TEÓRICO por Marcelo Garabedian

e. Antonio Gramsci (1891–1937)





Una de las grandes voces del marxismo occidental es, sin duda alguna, la de Antonio Gramsci. Este intelectual y dirigente político italiano tuvo una intensa vidapolítica en su país durante las primeras décadas del siglo XX. Analizó agudamente la situación política tanto de Italia como del resto del continente europeo dejando un sólido testimonio a lo largo de su obra. Gramsci, uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano, sufrió la cárcel, las torturas y la censura del gobierno fascista de Benito Mussolini.




Según Gramsci, la estrategia revolucionaria que deberá llevar adelante el movimiento obrero estará en relación directa con la realidad política, económica y social. Gramsci observa que la revolución que se llevó adelante en Rusia en 1917 guardaba ciertas características excepcionales que no podían repetirse en ningún país de Occidente dado que el Estado capitalista occidental había desarrollado una compleja red, destinada al control y a la dominación política que iba más allá de la represión. Teniendo estas características presentes, en el libro Notas sobre Maquiavelo (Buenos Aires, Nueva Visión, 1998), afirma: “[…] en Oriente el Estado lo era todo y la sociedad era primitiva y gelatinosa”, en Occidente “existía una apropiada relación entre Estado y sociedad civil y cuando el Estado temblaba, la robusta estructura de la sociedad civil se manifestaba en el acto”.




Sobre esta caracterización se apoya la muy conocida descripción que Gramsci realiza acerca del sistema occidental de dominación: “el Estado sólo era una trinchera avanzada tras de la cual había un poderoso sistema de fortalezas y casamatas” que se situaban en la sociedad civil a través de toda una serie de instituciones “privadas”, las cuales aparecían como parte fundamental del sistema de dominación burguesa.




Antonio Gramsci comienza por ubicar este sistema complejo de dominación después de 1870, cuando se complejiza el sistema social y productivo y se readapta el Estado en una estructura capaz de interrelacionarse con la sociedad civil de una forma más eficaz. El Estado comienza a penetrar en la sociedad civil y en el interior de ésta y las masas se organizan en grandes partidos y sindicatos. Comienzan a erigirse numerosas instituciones que median la relación entre las masas y el Estado gobierno.




Tanto el Estado como la sociedad civil, son los encargados de desarrollar y volcar hegemonía sobre los individuos, es por eso que para Gramsci no es suficiente tomar el Estado por la fuerza, dado que después existe toda una serie de instituciones a las que es necesario dominar o liderar para que la estrategia revolucionaria llegue a su objetivo final. En realidad Gramsci propone una inversión de la estrategia revolucionaria: primero se debe dar la batalla en el seno de la sociedad civil mediante la construcción de una trama discursiva política social propia. El grupo revolucionario debe liderar a los sectores sociales con los que es afín, es decir, debe ser dirigente antes de conquistar el poder. Después de esto, se convierte en dominante sobre toda la sociedad, incluidos los grupos enemigos, y a su vez continúa siendo dirigente de los sectores aliados y afines.




Así surge la noción de “Estado ampliado”, esto significa, la interrelación del Estado y la sociedad civil conformando una totalidad compleja en donde se genera la hegemonía política.



Además de esta definición de “Estado ampliado”, Gramsci realiza un gran aporte al estudio de las ciencias políticas a partir de la acuñación del concepto de “hegemonía”. Portantiero en su libro Los usos de Gramsci sintetiza muy bien la característica más importante de dicho concepto: “la hegemonía es dirección política y dirección cultural” (Portantiero, J. C., ob. cit., págs. 22 a 33). Esta función, la de conseguir consenso y legitimidad en la estructura de dominación, se basa en la posibilidad cierta de recurrir a la fuerza como última instancia, pero esta prerrogativa, que sólo pertenece al Estado, se encuentra oculta. El sistema funciona como si esta última potestad de la dominación no existiera, y esta combinación hace que la dominación que ejercen los sectores dominantes sea muy efectiva.




Es por medio de la definición de hegemonía como dirección política y cultural, que se pueden descifrar las complejidades que la sociedad occidental presenta a los sectores revolucionarios. Ya no sólo se trata del Estado en su función de “comité de negocios de la burguesía” -tal cual lo definía Marx a mediados del siglo XlX, sino que estamos en presencia de una sociedad civil con todo su complejo institucional privado que aporta a la dominación y a la producción de ideología.




En el Estado y en la sociedad civil se hallan los especialistas e intelectualesencargados de ejercer la dominación y dirección hegemónica. En el Estado se encuentra esta doble función de coerción y de consenso; ésta última, compartida con la sociedad civil y su entramado de instituciones privadas. Perry Anderson, en Las antinomias de Gramsci (Barcelona, Fontamara,1981), afirma que existe una asimetría entre estas dos funciones, ya que “la ideología se reparte entre la sociedad civil y el estado”, mientras que “la violencia pertenece sólo al estado”.




El Estado es, entonces, el lugar en donde se estructuran las relaciones sociales entre dominantes y dominados; pero el análisis del mismo trasciende a la institución y sus leyes. Para captar toda la complejidad que encierra esta relación entre dominantes y dominados es necesario detenerse en el papel de los intelectuales y su relación con las instituciones en el seno de la sociedad civil, entre ellas el “nuevo partido político de masas”.

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