e.
Antonio Gramsci (1891–1937)
Una
de las grandes voces del marxismo occidental es, sin duda alguna, la
de Antonio Gramsci. Este intelectual y dirigente político italiano
tuvo una intensa vidapolítica en su país durante las primeras
décadas del siglo XX. Analizó agudamente la situación política
tanto de Italia como del resto del continente europeo dejando un
sólido testimonio a lo largo de su obra. Gramsci, uno de los
fundadores del Partido Comunista Italiano, sufrió la cárcel, las
torturas y la censura del gobierno fascista de Benito
Mussolini.
Según
Gramsci, la estrategia revolucionaria que deberá llevar adelante el
movimiento obrero estará en relación directa con la realidad
política, económica y social. Gramsci observa que la revolución
que se llevó adelante en Rusia en 1917 guardaba ciertas
características excepcionales que no podían repetirse en ningún
país de Occidente dado que el Estado capitalista occidental había
desarrollado una compleja red, destinada al control y a la dominación
política que iba más allá de la represión. Teniendo estas
características presentes, en el libro Notas sobre Maquiavelo
(Buenos Aires, Nueva Visión, 1998), afirma: “[…] en Oriente el
Estado lo era todo y la sociedad era primitiva y gelatinosa”, en
Occidente “existía una apropiada relación entre Estado y sociedad
civil y cuando el Estado temblaba, la robusta estructura de la
sociedad civil se manifestaba en el acto”.
Sobre esta caracterización se apoya la muy conocida
descripción que Gramsci realiza acerca del sistema occidental de
dominación: “el Estado sólo era una trinchera avanzada tras de la
cual había un poderoso sistema de fortalezas y casamatas” que se
situaban en la sociedad civil a través de toda una serie de
instituciones “privadas”, las cuales aparecían como parte
fundamental del sistema de dominación burguesa.
Antonio
Gramsci comienza por ubicar este sistema complejo de dominación
después de 1870, cuando se complejiza el sistema social y productivo
y se readapta el Estado en una estructura capaz de interrelacionarse
con la sociedad civil de una forma más eficaz. El Estado comienza a
penetrar en la sociedad civil y en el interior de ésta y las masas
se organizan en grandes partidos y sindicatos. Comienzan a erigirse
numerosas instituciones que median la relación entre las masas y el
Estado gobierno.
Tanto
el Estado como la sociedad civil, son los encargados de desarrollar y
volcar hegemonía sobre los individuos, es por eso que para Gramsci
no es suficiente tomar el Estado por la fuerza, dado que después
existe toda una serie de instituciones a las que es necesario dominar
o liderar para que la estrategia revolucionaria llegue a su objetivo
final. En realidad Gramsci propone una inversión de la estrategia
revolucionaria: primero se debe dar la batalla en el seno de la
sociedad civil mediante la construcción de una trama discursiva
política social propia. El grupo revolucionario debe liderar a los
sectores sociales con los que es afín, es decir, debe ser dirigente
antes de conquistar el poder. Después de esto, se convierte en
dominante sobre toda la sociedad, incluidos los grupos enemigos, y a
su vez continúa siendo dirigente de los sectores aliados y afines.
Así
surge la noción de “Estado ampliado”, esto significa, la
interrelación del Estado y la sociedad civil conformando una
totalidad compleja en donde se genera la hegemonía política.
Además
de esta definición de “Estado ampliado”, Gramsci realiza un gran
aporte al estudio de las ciencias políticas a partir de la acuñación
del concepto de “hegemonía”. Portantiero en su libro Los usos de
Gramsci sintetiza muy bien la característica más importante de
dicho concepto: “la hegemonía es dirección política y dirección
cultural” (Portantiero, J. C., ob. cit., págs. 22 a 33). Esta
función, la de conseguir consenso y legitimidad en la estructura de
dominación, se basa en la posibilidad cierta de recurrir a la fuerza
como última instancia, pero esta prerrogativa, que sólo pertenece
al Estado, se encuentra oculta. El sistema funciona como si esta
última potestad de la dominación no existiera, y esta combinación
hace que la dominación que ejercen los sectores dominantes sea muy
efectiva.
Es
por medio de la definición de hegemonía como dirección política y
cultural, que se pueden descifrar las complejidades que la sociedad
occidental presenta a los sectores revolucionarios. Ya no sólo se
trata del Estado en su función de “comité de negocios de la
burguesía” -tal cual lo definía Marx a mediados del siglo XlX,
sino que estamos en presencia de una sociedad civil con todo su
complejo institucional privado que aporta a la dominación y a la
producción de ideología.
En
el Estado y en la sociedad civil se hallan los especialistas e
intelectualesencargados de ejercer la dominación y dirección
hegemónica. En el Estado se encuentra esta doble función de
coerción y de consenso; ésta última, compartida con la sociedad
civil y su entramado de instituciones privadas. Perry Anderson, en
Las antinomias de Gramsci (Barcelona, Fontamara,1981), afirma que
existe una asimetría entre estas dos funciones, ya que “la
ideología se reparte entre la sociedad civil y el estado”,
mientras que “la violencia pertenece sólo al estado”.
El
Estado es, entonces, el lugar en donde se estructuran las relaciones
sociales entre dominantes y dominados; pero el análisis del mismo
trasciende a la institución y sus leyes. Para captar toda la
complejidad que encierra esta relación entre dominantes y dominados
es necesario detenerse en el papel de los intelectuales y su relación
con las instituciones en el seno de la sociedad civil, entre ellas el
“nuevo partido político de masas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Bienvenidos! con tus comentarios y consultas